Annus mirabilis es una locución latina, que significa «año de los milagros» o «de las maravillas».[1] Históricamente se ha aplicado a diferentes años, aunque su uso parece provenir del título de un poema de John Dryden (Annus Mirabilis, 1667)[2] sobre los terribles acontecimientos del año anterior en Londres, especialmente el gran incendio y la gran plaga. La coincidencia de la cifra del año 1666 con el apocalíptico 666 (junto a otros asuntos numerológicos —en la numeración romana, MDCLXVI contiene todos los dígitos posibles, y en orden decreciente—)[3] hacía presagiar el fin del mundo, con lo que Dryden veía el milagro en la simple supervivencia; y la intervención providencial en la consecución de una destacada victoria naval sobre Holanda (la batalla del día de Santiago[4] —St. James, patrono de la corte inglesa—).[5]
En la historia de la ciencia el uso de la expresión para ese mismo año de 1666 tiene un valor distinto, debido a la sincronía de ese momento histórico con la revolución científica que significaron los avances de Isaac Newton; tal es la coincidencia, que incluso había huido de Londres por temor a la plaga en el punto culminante de la concepción de la teoría de la gravitación universal, el desarrollo de las bases de la mecánica clásica, la formalización del método de fluxiones y la generalización del teorema del binomio, poniendo además de manifiesto la naturaleza física de los colores. Sin embargo, guardó silencio durante el annus mirabilis debido al caótico ambiente en Londres. Ya en 1667 reanudaría sus estudios en la Universidad de Cambridge.
Es por tanto lógico que la misma locución se use para el año 1905, cuando un cambio de paradigma de similar magnitud se produjo con la publicación en Annalen der Physik[6] de los llamados «artículos del annus mirabilis»[7] de Albert Einstein sobre el efecto fotoeléctrico, el movimiento browniano y la teoría especial de la relatividad.[8] En conmemoración de estos acontecimientos se celebró el año mundial de la física 2005, centenario del annus mirabilis.