Aparato genital femenino | ||
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Partes del aparato femenino. | ||
Nombre y clasificación | ||
Latín | systema genitale femininum | |
TA | A09.1.00.001 | |
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El aparato genital femenino o aparato reproductor femenino se compone de varias partes: al interior se encuentran el útero, las trompas uterinas o de Falopio, los ovarios y la vagina; al exterior está la vulva, que incluye el monte de Venus, los labios genitales, el clítoris y el meato de la uretra.[1][2]
La vagina está unida al útero a través del cérvix, mientras que el útero está unido a los ovarios vía las trompas uterinas. Cada trompa uterina está próxima al ovario, pero no pegado. Se encuentran unidos por un ligamento,[3] pero las trompas tienen cierta capacidad de movimiento para poder captar el óvulo que se expulsa a la cavidad abdominal. Además, estas estructuras no están en plano, sino que tienen forma de C, de manera que los ovarios quedan por delante del útero.
A partir de la adolescencia, aproximadamente cada mes, la ovogénesis hace que un óvulo maduro sea enviado por la trompa uterina unida a su ovario en anticipación de la fecundación. Si no es fecundado, este óvulo será descartado fuera del aparato a través de la menstruación.
Durante el proceso reproductivo, el útero permite el paso del semen a las trompas uterinas o de Falopio y, en caso de existir fecundación, puede albergar al feto. En este proceso, el óvulo no es un recipiente pasivo, sino un participante activo en la fecundación, pues libera determinadas moléculas que son esenciales para guiar al esperma que permiten que la superficie del óvulo se una a la superficie del espermatozoide. El óvulo puede entonces absorber el espermatozoide y puede comenzar la fecundación.[4]
La fecundación ocurre típicamente en las trompas uterinas, pero también puede ocurrir en el propio útero. Un cigoto se dividirá a lo largo de suficientes generaciones de células para formar un blastocito, que se implantará en la pared del útero, donde comenzarán los procesos de embriogénesis y morfogénesis.
Cuando se haya desarrollado lo suficiente para poder sobrevivir fuera del útero, la cérvix se dilata y las contracciones expulsan al feto por la vagina, que funge como canal de parto.