Arquitectura del Barroco

Baldaquino de Bernini en San Pedro del Vaticano, Roma (1623-1634)
Nave central de San Giovanni in Laterano (1646-1650), de Francesco Borromini
Galería de los Espejos (1678-1684) del palacio de Versalles, destaca la infinidad espacial como resultado de la combinación de elementos plásticos y diferentes volumetrías
Interior de la iglesia de San Pedro y San Pablo de Vilnius (1668-1701), obra de Jan Zaor y Giambattista Frediani, ejemplo del barroco de Vilna
Iglesia abacial de Ottobeuren (1737-1766), ejemplo de iglesia con «mur pilier», una invención del barroco jesuita alemán.
Sacristia de la Cartuja_de_Granada (1727-1764)
Basílica de Vierzehnheiligen de Balthasar Neumann (1743-1772), obra ya plenamente rococó

La arquitectura barroca apareció en la península itálica, en lo que hoy es Italia, en una época en que las ciudades-estado gradualmente habían ido perdiendo su independencia y estaban bajo la dominación extranjera, primero de España (1559-1713) y después de Austria (1713-1796). Se inició en Roma a principios del siglo XVII, se difundió primero por las ciudades italianas y, luego llegó al resto de Europa y América y ejerció su influencia en todo el mundo católico. Precedido por el Renacimiento y el manierismo, se desarrolló a lo largo de todo el siglo XVII, durante el período del absolutismo,[1]​ y fue sucedido por el rococó y el neoclasicismo.[Nota 1]​ El barroco es liberación espacial, es liberación mental de las normas de los tratadistas, de las convenciones, de la geometría elemental y de todo lo estático; es también liberación de la simetría y de la antítesis entre espacio interno y espacio externo. Por esta voluntad de liberación, el barroco alcanza un significado psicológico que trasciende hasta la arquitectura de los siglos XVI y XVII, logrando un estado de ánimo de libertad, una actitud creadora liberada de prejuicios intelectuales y formales (Zevi, 1993, p. 93).[4]​ El término barroco, originalmente despectivo, indicaba la falta de regularidad y orden, que los defensores del neoclasicismo, influenciados por el racionalismo de la Ilustración, consideraban una indicación de mal gusto.[1]​ De hecho, las características fundamentales de la arquitectura barroca, altamente decorativa y teatral, fueron las líneas curvas, con patrones sinuosos, como elipses, espirales o curvas con una construcción policéntrica, a veces con motivos que se entrelazan entre sí, para ser casi indescifrables. Todo tenía que despertar asombro[5]​ y el fuerte sentido de la teatralidad empujaba a los artistas a la exuberancia decorativa, combinando pintura, escultura y estuco en la composición espacial y subrayando todo a través de sugestivos juegos de luces y sombras. Muchas de las características distintivas del Barroco, como el dinamismo, la teatralidad y la interacción con el espectador, pueden pueden verse en las innovaciones creadas por Miguel Ángel. Su enfoque en romper con las normas clásicas del Renacimiento, al utilizar formas más innovadoras y diseños más dinámicos, Miguel Ángel inspiró a los arquitectos barrocos a construir edificios que no solo fueran funcionales, sino también impresionantes

  1. a b N. Pevsner, J. Fleming, H. Honour, Dizionario di architettura, Torino 1981, voce Barocco.
  2. Oudin, Dictionnaire des Architectes (1994), pp. 43–44
  3. Ducher (1988), Flammarion, pg. 102-104
  4. Zevi, Bruno. Saber ver la arquitectura. 
  5. Gauvin Alexander Bailey, Between Renaissance and Baroque: Jesuit Art in Rome, 1565–1610 (Toronto: University of Toronto Press, 2003).


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