Una catedral, también llamada seo, es un templo cristiano en donde tiene su sede o cátedra el obispo de la diócesis; por tanto, es la iglesia principal o mayor de cada diócesis o iglesia particular. La sede o cátedra episcopal es el lugar desde donde cada obispo preside la comunidad cristiana, enseñando el contenido de la fe y la doctrina de la Iglesia. También administra determinados sacramentos y órdenes. La sede o cátedra simboliza la función de gobierno del obispo.
La Iglesia cristiana ortodoxa se refiere a sus catedrales como gran iglesia, aunque suele traducirse como catedral.
Los edificios eclesiásticos que encarnan las funciones de una catedral aparecieron por primera vez en Italia, Galia, España y el norte de África en el siglo IV, pero las catedrales no se universalizaron dentro de la Iglesia católica occidental hasta el siglo XII, momento en el que ya habían desarrollado formas arquitectónicas, estructuras institucionales e identidades jurídicas distintas de las iglesias parroquiales, las iglesias monásticas y las residencias episcopales. La catedral es más importante en la jerarquía que la iglesia porque es desde la catedral que el obispo gobierna el área bajo su autoridad administrativa.[1][2][3]
Tras la Reforma Protestante, la Iglesia cristiana de varias partes de Europa occidental, como la Escocia, la Países Bajos, algunos Cantones suizos y partes de Alemania, adoptaron un sistema de gobierno presbiteriano que suprimía totalmente a los obispos. En los casos en los que los antiguos edificios catedralicios de estas tierras siguen utilizándose para el culto congregacional, generalmente conservan el título y la dignidad de "catedral", manteniendo y desarrollando funciones catedralicias diferenciadas, pero sin supremacía jerárquica. A partir del siglo XVI, pero especialmente desde el siglo XIX, las iglesias originarias de Europa Occidental han emprendido vigorosos programas de actividad misionera, que han dado lugar a la fundación de un gran número de nuevas diócesis con establecimientos catedralicios asociados de diversas formas en Asia, África, Australasia, Oceanía y América. Además, tanto la Iglesia católica como la Ortodoxa han formado nuevas diócesis en tierras anteriormente protestantes para los conversos y correligionarios emigrantes. En consecuencia, no es raro encontrar cristianos en una misma ciudad atendidos por tres o más catedrales de distintas denominaciones.