El derecho a morir es un concepto ético y jurídico que sostiene la libertad de un ser humano para acabar con su vida o para someterse a eutanasia voluntaria. Habitualmente se alude a la posesión de este derecho por parte de personas con una enfermedad terminal o sin la voluntad de continuar viviendo, a las que se puede permitir acabar con su propia vida, rechazar un tratamiento que prolongue su vida o el uso del suicidio asistido o la eutanasia. La cuestión de quién debería poder ejercer este derecho suele ser central en el debate.
Algunos académicos y filósofos, como David Benatar, consideran este debate en los términos del antinatalismo. Debido a que los seres humanos no tienen capacidad de agencia en su nacimiento, nadie debería tener autoridad sobre la decisión de una persona de continuar viviendo o de morir.[1]
Los defensores del derecho a morir suelen asociarlo con la idea de que el propio cuerpo y la propia vida son únicamente propiedad de uno mismo y se debe disponer de ellos como se considere conveniente, entendiendo que el derecho a la vida no implica un deber o una obligación a vivir. Aun así, se suele contraponer un interés estatal legítimo que impida los suicidios irracionales. Por ejemplo, Avital Pilpel y Lawrence Amsel consideran:
Los defensores contemporáneos del suicidio racional o del derecho a morir generalmente exigen por racionalidad que la decisión de matarse uno mismo sea una elección autónoma del agente (es decir, que no se deba a una presión del médico o de la familia para "hacer lo correcto" y suicidarse), que la elección sea la "mejor opción en esas circunstancias" (deseada por los estoicos o los utilitarios), así como otras condiciones naturales, como que la decisión sea estable, que no sea una decisión impulsiva, que no se deba a una enfermedad mental, que se lleve a cabo tras una deliberación, etc.[2]
Las posturas religiosas en torno al suicidio varían desde las prácticas hinduistas y jainistas de suicidio no violento a través del ayuno (prayopavesa y salekana, respectivamente) hasta considerarlo un pecado grave, como en el catolicismo.