El destino manifiesto fue una doctrina sobre la cual Estados Unidos cimentó su política expansionista por Norteamérica durante el siglo XIX. Se fundamentaba en considerar a este país como una nación «elegida» y destinada a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Pacífico; forma parte del llamado mito de la frontera. En este contexto se desarrolló, por ejemplo, la guerra contra México (1846) para anexar sus territorios del norte (Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah y Colorado) y la guerra contra España (1898) para apoderarse de Puerto Rico e intervenir en Cuba y las Filipinas con esperanza de colonizarlas. Se usa también para justificar otras adquisiciones territoriales. Los partidarios de esta ideología creen que la expansión no solo es buena, sino también obvia (manifiesta) y certera de la predestinación calvinista. Esta ideología podría resumirse en la frase «Por la Autoridad Divina o de Dios». [1]