En la mitología griega, Escila (en griego Σκύλλα: Skýlla) era un monstruo marino femenino y legendario, especialmente recordado en la Odisea. En las fuentes tardías a Escila ya se la imaginaba como una hermosa ninfa que se había convertido en un monstruo debido a una maldición.
Como monstruo marino, Escila tenía una naturaleza mixta de fiera y mujer. Así en Higino:
«Desde allí llegó ante Escila, hija de Tifón, que tenía [la parte] superior del cuerpo de mujer, la inferior desde la ingle, de pez, y tenía seis perros que nacían de ella. Esta devoró a seis compañeros de Ulises, a los que había arrebatado de la nave»[1].
Con el paso del tiempo a Escila ya se la imaginaba como una suerte de bestia imposiblemente informe:
«Dicen que Escila tiene seis cabezas de bestia, una de monstruo marino, otra de león, otra de perro, otra de gorgona, otra de ballena y una sexta de humano».[2]
Homero la describe de manera pormenorizada:
«Tenebrosa caverna se abre a mitad de su altura orientada a las sombras de ocaso y al Erebo: a ella puesto el caso acostad, noble Ulises, el hueco navío. Ni el más hábil arquero podría desde el fondo del barco con su flecha alcanzar la oquedad de la cueva en que Escila vive haciendo sentir desde allí sus horribles aullidos. Se parece su grito, en verdad, al de un tierno cachorro,[3] mas su cuerpo es de un monstruo maligno, al que nadie gozara de mirar aunque fuese algún dios quien lo hallara a su paso; tiene en él doce patas, mas todas pequeñas, deformes, y son seis sus larguísimos cuellos y horribles cabezas cuyas bocas abiertas enseñan tres filas de dientes apretados, espesos, henchidos de muerte sombría. La mitad de su cuerpo se esconde en la cóncava gruta; las cabezas, empero, por fuera del báratro horrible van mirando hacia el pie de la escarpa y exploran su presa, sean delfines o perros de mar o, quizá, algo más grande, un cetáceo entre miles que nutre la aullante Anfitrita».[4]
Este ser habitaba en el lado calabrés del estrecho paso marítimo que separa Regio de Sicilia, el actual estrecho de Mesina, en cuyo lado siciliano habitaba Caribdis, otro monstruo.[5] Los lados del canal estaban dentro del alcance de una flecha, de modo que los barcos que intentasen evitar a Caribdis deberían acercarse a Escila, y viceversa. Con el tiempo fue transformada por los dioses en una roca, aún existente, que suponía graves peligros para los navegantes. De su nombre proviene el municipio epónimo, Scilla en Calabria.