Golpe de Estado de mayo de 1814

Retrato de Fernando  VII encargado por la Real Academia de Bellas Artes de San Carlos de Valencia, presidida por el capitán general de Valencia Francisco Javier Elío, al pintor Vicente López. Formó parte del programa de actuaciones de los absolutistas «para inculcar en la población la imagen del rey dotado de plenos poderes». De este retrato se hicieron copias difundidas por todo el reino, «dándole así rango de retrato oficial».[1]

El golpe de Estado de mayo de 1814 fue el golpe de Estado que puso fin al régimen constitucional instaurado por las Cortes de Cádiz en nombre del «rey ausente» Fernando VII. Lo encabezó el propio rey Fernando y se fraguó durante el viaje de vuelta a España desde el castillo de Valençay donde había estado confinado por orden de Napoleón desde mayo de 1808, tras haber firmado el Tratado de Valençay de diciembre de 1813 por el que el emperador francés le devolvía los derechos a la Corona española a Fernando VII que él mismo le había cedido cinco años antes en las abdicaciones de Bayona, no reconocidas por la mayoría de los españoles. El golpe se planeó y organizó en Valencia,[2]​ donde el rey firmó el Manifiesto del 4 de mayo, también conocido como Decreto de Valencia. Lo ejecutó en Madrid el 10 de mayo el general Francisco de Eguía con las fuerzas militares que le había proporcionado el capitán general de Valencia, el general Francisco Javier Elío. Las Cortes fueron disueltas, los liberales encarcelados y la Constitución de 1812 fue derogada, restaurándose el absolutismo y el Antiguo Régimen.

Como ha destacado Juan Francisco Fuentes, «la facilidad con que se había consumado el golpe de Estado de mayo de 1814 respondía más a la debilidad del liberalismo que a la viabilidad de la Monarquía absoluta a estas alturas de la historia».[3]​ Josep Fontana comenta: «El golpe de estado de Fernando VII, en mayo de 1814, los pilló [a los liberales] desprevenidos, mientras ordenaban que cada año se celebrasen tedeums para conmemorar la feliz vuelta del monarca al suelo español».[4]

La vuelta a la monarquía tradicional en España no fue el resultado de un acuerdo entre las fuerzas políticas del país, como en buena medida sucediera en Francia y en Nápoles. Tampoco fue obra de la Providencia, como se proclamó en multitud de sermones y escritos de la época, ni un “hecho natural”, cual insinúan algunos historiadores, aludiendo a que el régimen constitucional no había calado entre los españoles y en cuanto se presentó su rey ante ellos le reconocieron plenos poderes, como era tradicional. Fue el producto de la imposición de forma violenta, mediante un golpe de Estado, de un sector (el contrarrevolucionario), que supo manejar a favor de sus intereses la excelente imagen popular del rey y contó con la ayuda o, al menos la permisividad, exterior.[5]
  1. La Parra López, 2018, p. 255.
  2. Fontana, 1979, p. 112. «El plan [del golpe] se fraguó en Valencia, a fines de abril y comienzos de mayo».
  3. Fuentes, 2007, p. 35-36. «Las secuelas de la Guerra de la Independencia, el caos económico en que quedó sumido el país, los acuciantes problemas de la Hacienda pública, la precariedad y el descontento del ejército y la continuación de la guerra de emancipación en las colonias americanas iban a poner muy pronto a prueba la capacidad de la Monarquía absoluta para gestionar una situación de crisis extrema».
  4. Fontana, 1979, p. 21.
  5. La Parra López, 2014, p. 209-210.

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