Guerras civiles venezolanas

Combate de Maiquetia durante la Guerra Federal, la guerra civil más sangrienta de la historia de Venezuela.

Las llamadas guerras civiles de Venezuela fueron una larga serie de conflictos que asolaron dicho país (Venezuela) durante la mayor parte del siglo XIX e inicios del siglo XX, iniciando con la revolución de las Reformas en 1835 y acabando con la revolución Libertadora de 1902-1903. El período de inestabilidad terminó con la dictadura de Juan Vicente Gómez, quien acabó con los caudillos regionales al pasar el poder al alto mando central de las Fuerzas Armadas de Venezuela.[1]

Arco de la Federación en Caracas. Este monumento conmemora la victoria de los liberales en la Guerra Federal.

Tras la independencia y la posterior disolución de la Gran Colombia en Venezuela no existía un gobierno fuerte con la autoridad y poder suficiente para garantizar el orden ni una idea de nación ni experiencia cívica.[2]​ Esto conllevó a un fenómeno de caudillismo y militarismo en que jefes político-militares locales fueron capaces de enfrentar y derrotar al gobierno central siguiendo sus intereses particulares e ideológicos junto a masas populares que los apoyaban al sentirse identificados con ellos.[3]​ Procesos similares se dieron en toda la América hispana tras el fin del dominio colonial español.[4]​ Esto se debió en parte al debilitamiento que sufrió la clase gobernante, los mantuanos que ya gobernaban el país desde la época colonial.[5]​ Durante la primera mitad del siglo el único personaje que logró convertirse en factor de relativa estabilidad fue José Antonio Páez gracias a su poder militar y solo su derrota en los campos de batalla terminó con su carrera política.[6]​ El popular caudillo llanero se levantó varias veces contra gobiernos que consideraba habían violado la legalidad vigente o combatió contra quienes intentaban derribar gobiernos legítimos.[7]​ Su única rebelión contra la legalidad habría sido la La Cosiata, y esta fue una reacción patriótica contra un proyecto supranacional al que la mayoría de los venezolanos no les interesaba embarcarse.[8]

Entre 1830 y 1903 hubo un total de 166 revueltas armadas y casi cincuenta años de guerra.[9]​ Se estima en un millón de muertos en total,[10]​ un 70% de ellos no-combatientes caídos por las pestes, hambrunas, anarquía y represión política que trajeron las guerras. Otras fuentes rebajan la cifra a 260 000 muertos en combates, más 62 000 por terremotos y pestilencias, sin contar los caídos en la Guerra Federal.[11]​ Solo hubo dos períodos en aquel siglo que los gobiernos fueron estables y duraderos: en 1835 a 1848 y 1870 a 1887.[12]

El período de inestabilidad terminó con la dictadura de Juan Vicente Gómez quien gobernó Venezuela desde 1908 hasta su muerte en 1935, asegurando así una base fuerte para el poder estatal, acabando con los caudillos regionales al pasar el poder al alto mando central de las Fuerzas Armadas de Venezuela.[1]​ Debido a estas guerras el país se empobreció y sufrió un relativo estancamiento demográfico.[13]

Estas guerras civiles eran sobre todo combates entre milicias armadas, cada una organizada por su localidad de origen, así se reflejaban las alianzas de los grupos de poder regionales con el gobierno o los rebeldes en cada momento.[14]​ Se daban casos en que los habitantes de pueblos vecinos o hasta de un mismo pueblo se enfrentaban a pequeña escala durante estas guerras civiles.[15]​ Cada partido buscaba el apoyo de los caudillos regionales, quienes tenían el verdadero poder en aquella época.[16]

La desorganización económica de la independencia fue profundizada por las guerras civiles, una larga anarquía. Páez y Soublette basaron su economía en el cacao, propia de su región, los llanos. En esos años los orientales, los llaneros y los corianos se disputaron la hegemonía en rápida sucesión.[17]​ Guzmán Blanco, un caraqueño, consiguió mantenerse en el poder gracias al auge del café, al igual que los andinos Castro y Gómez.[17]

Diversas expediciones de guerrillas van sucesivamente apoderándose de Caracas durante ese siglo, marcando cambios constantes en el gobierno.[18]​ Este proceso, en el que líderes regionales se sentían insatisfechos con el reparto del poder en la capital, se alzaban en armas y derrocaban a débiles gobiernos centrales tomando Caracas (esto se dio continuamente desde la Independencia). En 1812 los corianos de Monteverde organizan una expedición para derrocar a la Primera República; un año después los andinos de Bolívar y los orientales o guayanenses de Mariño acaban con la restauración monárquica; en 1814 Boves y sus llaneros arrasan con la Segunda República.[19]​ Páez fue apoyado por los llaneros, Falcón por los corianos, Castro o Gómez por los andinos,[17]​ los orientales a Nicolás Rolando Monteverde (liberal, colaborador de Andrade y después de Castro en sus primeros tiempos, a quien ayudó a enfrentar a las partidas mochistas en Guayana, caudillo principal de esa región entre 1899 y 1908).[20]​ Este proceso continuo es finiquitado por Castro.[19]​ Tras la victoria su victoria en 1899 se crea un moderno ejército nacional profesional que es capaz de someter a las milicias de llaneros, barloventeños, corianos y orientales que les salen al paso en la Revolución Libertadora.[18]​ El caudillismo había sido aplacado temporalmente por el guzmancismo,[21]​ sin embargo a su fallecimiento volvió a resurgir, lo que llevó a que durante el gobierno de Castro se tomaran medidas definitivas.[22]​ Todos los caudillos pactaban con o luchaban contra cada gobierno, promovían revueltas locales o movimientos autonomistas y se involucraban en distintos bandos (según su interés momentáneo) en las rebeliones nacionales: contando con ejércitos leales garantizaban su preeminencia regional.[22]​ Muchos de ellos se decían defensores del federalismo, entendido como «mantenimiento de las autonomías federales» y oposición a toda centralización del poder.[23]

Inicialmente, los conservadores y liberales, que marcaron todo el siglo XIX con sus guerras por el poder en los Andes,[14]​ buscaron identificarse con los colores de la bandera venezolana - amarillo, azul y rojo desde arriba hacia abajo-.[24]​ Los primeros, partidarios de Páez, usaron el rojo para diferenciarse de los segundos, apoyados por los intelectuales de Caracas, veteranos frustrados por no haber recibido tierras y llaneros, que usaban el amarillo.[24][16]​ Sin embargo, en 1867 se formó una alianza entre conservadores y sectores liberales para apoyar la revolución de José Tadeo Monagas,[24]​ quien había utilizado el poder para beneficio personal junto a su hermano, José Gregorio, durante los años previos en que gobernaron.[16]​ Para encarnar esta nueva unión, amarillos y rojos eligieron el color central de la bandera: el azul.[24]​ A partir de la segunda mitad del siglo XIX los conservadores se identificaran con el color azul,[24]​ y los liberales, empezando con los partidarios del gobierno de Juan Crisóstomo Falcón,[24]​ siguieron utilizando el amarillo.[14]​ Otro punto de diferencia era que los liberales apoyaban un sistema federal, mientras que los conservadores uno centralizado. Aunque eso era solo teórico, pues en el poder muchos liberales ejercieron un mandato autoritario, centrado en su persona, como Antonio Guzmán Blanco, fundador del Liberalismo Amarillo, quien también fue un anticlerical, partidario del liberalismo económico y benefactor de los poderosos que lo auparon al poder.[25]​ En las últimas décadas del siglo los conservadores fueron quedando paulatinamente apartados del juego por el poder, encumbrándose los liberales. A partir de entonces las guerras civiles se libraran entre facciones de liberales, por ejemplo, algunas fieles al federalismo y otras partidarias del centralismo. En las últimas guerras civiles del país (1899 y 1901–1903) todos se autodenominaban liberales: el caudillo José Manuel Hernández y su Partido Liberal Nacionalista; también el dictador Castro, quien derrotó a los «liberales amarillos y a los liberales rojos y azules o blancos o tricolores».[26]

Guzmán Blanco fue la figura dominante de las últimas décadas decimonónicas, el posterior debilitamiento de su figura sería sucedido durante los años 90 del siglo por un resurgimiento de la anarquía y el caudillismo.[27]​ Ambos factores también estuvieron presentes en la Guerra Federal (1859–1863) y aún antes, en la Segunda República (1813–1814), cuando la incapacidad de las clases dominantes de cumplir con sus promesas y las aspiraciones del vulgo llevaran a violentísimas insurrecciones populares que devastaron Venezuela. La más antigua al mando de José Tomás Boves y la posterior dirigida por Ezequiel Zamora, dos caudillos que murieron en el camino por conseguir el poder.[28]​ En cambio, desde la fragmentación de la Gran Colombia hasta la Guerra Federal la figura dominante en Venezuela fue Páez, personaje clave en intentar imponer un régimen estable en el país.[7]

  1. a b Irwin, Domingo (2000). Relaciones civiles-militares en el siglo XX. Caracas: El Centauro. Capítulo I. "Finales del siglo XIX e inicios del XX: Desde la desaparición de las huestes caudillescas hasta el predominio de los pretorianos" en Resdal.
  2. Esteves, 2006: 5, 9
  3. Esteves, 2006: 6. Cada caudillo local al alzarse por costumbre tendía a autonombrarse general.
  4. Historia de la Humanidad. Los inicios del siglo XIX. Santiago de Chile: Editorial Larousse, 2005, pp. 36. ISBN 956-8402-39-X.
  5. Esteves, 2006: 7
  6. Esteves, 2006: 10–11
  7. a b «José Antonio Páez» (html). Venezuela Tuya. 1 de junio de 2000. Archivado desde el original el 9 de diciembre de 2018. Consultado el 8 de diciembre de 2018. 
  8. Linares, Albinson (19 de abril de 2012). «Tomás Straka y el eterno anhelo de la república perdida» (html). Prodavinci. Archivado desde el original el 26 de abril de 2012. Consultado el 8 de diciembre de 2018. 
  9. Francisco Armando Castillo Linares (abril de 2005). "Los Andes siglo XIX. Crónicas de guerra y caudillos". Tierra Firme. Táchira: Universidad de Los Andes.
  10. Nineteenth Century Death Tolls. Fuente: Sheina, Robert L. (2003). Latin America's Wars: The Age of the Caudillo, 1791–1899. Tomo I. Brassey's, Incorporated, pp. 249. ISBN Incorporated.
  11. Spence, James Mudie (1966). La tierra de Bolívar: o, guerra, paz y aventura en la republica de Venezuela. Caracas: Banco Central de Venezuela, pp. 46.
  12. Rondón Nucete, Jesús (2007). Eco de su tiempo: Antonio Spinetti Dini. Caracas: Publicaciones Vicerrectorado Académico, pp. 30. ISBN 9789801111276.
  13. Esteves, 2006: 6
  14. a b c Martínez Becerra, Carlos (2004). Integración regional, fronteras y globalización en el continente americano. Universidad Nacional de Colombia, pp. 327. ISBN 9789587014556.
  15. Martínez Becerra, 2003: 327–328
  16. a b c Del Alcázar, Joan; Nuria Tabanera; Josep M. Santacreu & Antoni Marimon (2003). Historia contemporánea de América. Universitat de València, pp. 91. ISBN 9788437056708.
  17. a b c Bonilla, Frank (1972). El fracaso de las élites. Centro de Estudios del Desarrollo de la Universidad Central de Venezuela, pp. 66.
  18. a b García Dávila, Luis Manuel (1992). Memorias del general José María García: a través del tiempo. J. Ibarra, pp. xi.
  19. a b Nweihed, Kaldone G. (2000). Venezuela y... los países hemisféricos, ibéricos e hispano parlantes: por los 500 años del encuentro con la tierra de Gracia. Caracas: Instituto de altos estudios de América Latina de la Universidad Simón Bolívar, pp. 22. ISBN 978 98023 71945.
  20. Guarda, 2005: 51; Quintero, 1989: 81
  21. Guarda, 2005: 50
  22. a b Guarda, 2005: 51
  23. Guarda, 2005: 52
  24. a b c d e f Esteves, 2006: 91
  25. De Alcázar, 2003: 91–92.
  26. Grases, Pedro (1981). Instituciones y nombres del siglo XIX. Seix Barrall, pp. 285. ISBN 9788432295461; Rondón Márquez, Rafael Ángel (1944). Guzmán Blanco: “el autócrata civilizador”; parábola de los partidos políticos tradicionales de la historia de Venezuela (datos para cien años de historia nacional). Caracas: Tipografía Garrido, pp. 314.
  27. Mendible Z., Alejandro (2007). La Integración Suramericana: Presencia de Venezuela y Brasil. Universidad Central de Venezuela, pp. 20. ISBN 9789800024454.
  28. Rojas, Reinaldo (1993). "Rebeliones de esclavos negros en Venezuela antes y después de 1789". Estudios de Historia Social y Económica de América, no. 10, CIHALC: 163–164.

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