El Informe Kinsey fue el resultado de un estudio realizado por Alfred Kinsey, Wardell Pomeroy y otros colaboradores publicado en dos libros, Conducta sexual del hombre (1948) y Conducta sexual de la mujer (1953). Se realizó entrevistando a más de 20 000 hombres y mujeres, reclusos de cárceles, con un sistema de completa confidencialidad, que respondían un cuestionario anónimo consiguiendo crear una base de datos que describían el comportamiento sexual en el ser humano, generando gran sorpresa en 1948 al tocar comportamientos que hasta entonces habían permanecido en la más estricta intimidad tanto para la comunidad científica como para la sociedad. Puso en debate conductas que hasta entonces la mayoría consideraban marginales, o incluso inmorales, como fue el caso de la masturbación tanto femenina como masculina, la homosexualidad y bisexualidad o la temprana edad de iniciación sexual.
Lo que más repercusión ha tenido hasta la actualidad es la escala de Kinsey, una división en 7 grados de la tendencia sexual, que van desde la absoluta heterosexualidad hasta la homosexualidad completa, pasando por cinco grados de bisexualidad, donde se afirmaba además que gran parte de la población era en algún grado bisexual. Según el estudio, por ejemplo, el 60% de los hombres y el 33% de las mujeres habían participado al menos en una práctica homosexual desde los 16 años de edad y que al menos un tercio de los hombres había alcanzado el orgasmo en prácticas homosexuales. Sin embargo, cabe anotar que la definición de "contacto sexual" del informe Kinsey es bastante amplia, e incluye desde los besos en los labios, los besos profundos en la boca, tocamientos en el cuerpo, masturbaciones y sexo oral, hasta el coito vaginal o anal.[1]
Este informe provoca hasta hoy grandes controversias, sobre todo por los métodos de acceso a la información, la selección de los entrevistados (en su mayoría presidiarios y prostitutos homosexuales), además sobre el origen de la información del comportamiento sexual en niños.