Jacob Cansino (Orán, 1590-1666), judío de Orán en época española, intérprete oficial de árabe y soldado, en 1638 publicó en Madrid con dedicatoria al conde-duque de Olivares su traducción de los Extremos y grandezas de Constantinopla a partir de un manuscrito del rabino de Salónica Mosés ben Baruch Almosnino (1523-1579).[1]
Nacido en Orán durante la primera etapa de ocupación española, en 1623 Cansino hizo un primer viaje a la península con permiso para residir en Madrid a fin de trasladar al Gobierno ciertas informaciones secretas. En la corte conoció al conde-duque de Olivares que vio en la amistad con Cansino la oportunidad de reforzar sus vínculos con los marranos portugueses, con los que aspiraba a sustituir a los banqueros genoveses o al menos a terminar con el monopolio que en la práctica estos ejercían sobre las finanzas de la Corona, como se iba a hacer notar de forma especialmente urgente tras la crisis financiera de 1627.[2]
Sin embargo, en 1633, a la muerte en campaña de Aron, su hermano mayor, el oficio de intérprete de las plazas de Orán y Mazalquivir que desde su bisabuelo había estado vinculado a su familia, fue traspasado por orden del gobernador de Orán, Antonio de Zúñiga y de la Cueva, marqués de Flores-Dávila, a Jacob Sasportas, miembro prominente de una igualmente poderosa familia rival,[3] dando lugar a la reclamación de Cansino y a la apertura de un expediente en el Consejo Supremo de Guerra.[4] Aparentemente Zúñiga acusaba a Cansino de haber enviado a Felipe IV informes críticos con su forma de llevar el gobierno de la plaza y lo tenía secretamente encarcelado en el castillo de Rosalcázar,[5][6] pero un año después, en 1634, se encontraba de nuevo en Madrid y en 1636 obtuvo una Cédula Real por la que recuperaba para su familia el cargo de intérprete, por ser muy práctico «en las lenguas, y letras Castellana, Arábiga, Cenetia, Hebrea y Caldea», y haber servido ya al rey como soldado a caballo y como intérprete ayudando a su padre. Cansino no dudó en atribuir su buena fortuna al conde-duque de Olivares y como muestra de su gratitud le dedicó su traducción de los Extremos y grandezas de Constantinopla, en los que aparecía Olivares en un grabado alegórico firmado por Francisco Navarro con la grulla, emblema de la vigilancia, y dando muerte a un dragón de dos cabezas.
La publicación de la traducción o adaptación del manuscrito de Almosnino parecerá de este modo mero pretexto para dar a la publicidad en forma de preámbulo tanto la gratitud a Olivares y la Real Cédula como el memorial «copiado a la letra» del que había redactado el licenciado Pablo Arias Temprado, regente de la Audiencia de Sevilla y visitador general de la plaza de Orán, encargado por el Consejo de Guerra de la junta para tratar de los «negocios de Cansino», con la relación de los servicios prestados a los reyes de España por su familia, memorial que se convertirá en la fuente principal de información para todos los que se han ocupado de su biografía.[7]
Según dicho memorial, su bisabuelo, también llamado Jacob Cansino, había servido ya a Carlos V en el campo de batalla y no solo como intérprete. Además, tres de sus sobrinos habían muerto combatiendo en las expediciones del conde de Alcaudete y el emperador le había recompensado otorgándole el privilegio de asociar a su hijo Isaac Cansino a su oficio de intérprete. Este había servido a Felipe II hasta 1599 e incluso en 1580 había tenido el privilegio de ser recibido en la corte. También su padre Haïm o Hayen había desempeñado el puesto de intérprete hasta 1621 y durante siete meses, en 1608, había residido en Sanlúcar de Barrameda como asesor del duque de Medina Sidonia.
Vestido como judío, «con traje de albornoz y turbante», en Madrid Cansino no pasaba desapercibido y la Inquisición mantuvo sobre él estrecha vigilancia, preocupada por los contactos que pudiese mantener con los cristianos nuevos portugueses como se pondrá de manifiesto en el proceso abierto a Luisa Ferro, esposa del conocido banquero Manuel Cortizos.[8] Sin embargo, interrogado por la Inquisición acerca de las relaciones que pudieran existir entre los marranos de la península ibérica, judeoconversos o criptojudíos, y los sefardíes del Magreb, descendientes de los judíos expulsados en tiempos de los Reyes Católicos y celosos cumplidores de su fe, negó que tal relación se diera pues:
[...] como los que viven en España no guardan la Ley ni son circuncidados y aunque hagan algunas ceremonias de dicha Ley y hayan ido a circuncidarse a algunas partes de Italia y de Flandes como no guardan todas las ceremonias de dicha Ley [...] y no siendo circuncidados por rabinos, que como los que viven en España faltan en estas cosas de ordinario que son las esenciales, a los tales los tienen allá los verdaderos judíos por herejes que en hebreo los llaman minim.[9]
Tras la caída en desgracia del conde-duque de Olivares Cansino siguió en su puesto de intérprete y en 1656, en representación de los judíos de Orán, hizo un préstamo a la corona por valor de 800 000 ducados,[10] pero no pudo transmitir el oficio a sus hijos y en 1669, solo tres años después de su muerte, la judería de Orán fue liquidada.[5]