En la doctrina cristiana, justicia es una de las virtudes cardinales, cuya práctica establece que se ha de dar al prójimo lo que es debido, con equidad respecto a los individuos y al bien común. La justicia de los hombres con Dios es denominada «virtud de la religión», correspondiendo a su debida adoración y culto, entendiéndose este deber como supremo acto de fe.[1][2] Es una de las cuatro virtudes cardinales, que inclina a dar a cada uno lo que le corresponde o pertenece a Derecho, razón, equidad.
Conjunto de todas las virtudes, por el que es bueno quien las tiene. Atributo de Dios por el cual ordena todas las cosas en número, peso o medida. Ordinariamente se entiende por la divina disposición con que castiga o premia, según merece cada uno.