El lunfardo es una jerga originada y desarrollada en el Río de la Plata, es decir, las actuales Buenos Aires, Argentina, y Montevideo, Uruguay;[1][2] también otras ciudades cercanas como La Plata, Santa Fe, Córdoba y Rosario (en la provincia de Santa Fe) contribuyeron desde el principio a su desarrollo. Estas cinco ciudades vivían una situación sociocultural muy similar debido en gran medida a la actividad portuaria y a la enorme inmigración de distintas partes de Europa, principalmente italiana y española, ocurrida a finales del siglo XIX y principios del XX en la zona del Río de la Plata y alrededores donde, en definitiva, se concentraría la riqueza económica de ambos países. Después de señalar la dificultad que existe en precisar el concepto de lunfardo, Mario Teruggi se inclina a decir que es un «habla popular argentina compuesta de palabras y expresiones que no están registradas en los diccionarios castellanos corrientes»,[3] para aclarar más adelante que «los lunfardismos son propios del habla subestándar popular y que de ninguna manera los cultismos y otros términos elevados pueden incluirse en esa categoría».[4]
En 1878, un artículo del diario La Prensa titulado «El dialecto de los ladrones», señalaba que en Buenos Aires había un nuevo modo de hablar, y se enumeraban veintinueve palabras entre las cuales estaba lunfardo como sinónimo de ladrón. En 1879 el comisario Benigno Lugones publicó un artículo[5] en el diario La Nación en el que también se daban ejemplos del léxico, entre ellos el primer verso lunfardo que se conoce:
Estando en el bolín polizando
se presentó el mayorengo
a portarlo en cana vengo
su mina lo ha delatado.[n. 1]
Originariamente esta jerga fue empleada por los delincuentes y pronto lo fue por la gente de las clases baja y media baja. Parte de sus vocablos y locuciones se introdujeron posteriormente en la lengua popular y se difundieron en el castellano de la Argentina y el Uruguay. Sin embargo, ya a inicios del siglo xx el lunfardo comenzó a difundirse entre todos los estratos y clases sociales, ya sea por la habitualidad de su uso, porque era común en las letras de tango, o ambos motivos. La poesía en lunfardo supo tener un buen nivel artístico en las manos de Carlos de la Púa, José Betinotti, Julián Centeya, Celedonio Flores, Roberto Cayol, Iván Díez, Alberto Vacarezza, el letrista de tango Pascual Contursi, Dante A. Linyera, Héctor Gagliardi, Enrique Cadícamo u Horacio Ferrer.
Con el transcurso de los años, varias de sus palabras han pasado a países limítrofes como Chile, Paraguay y el sur de Bolivia, donde hoy es frecuente el uso de lunfardismos en varias áreas urbanas del país. También, y mucho más recientemente (desde la década de 1990), en Perú se usan algunas palabras lunfardas. Toda esta "exportación" de lunfardismos de Argentina es debida a los muchos inmigrantes de dichos países radicados allí; y, sobre todo, a la difusión del tango y del rock argentino, estilos musicales en los que frecuentemente se utilizan términos del lunfardo.
Jorge Luis Borges dijo «Yo tengo la impresión de que el lunfardo es artificial. Que es una invención de Gobello... y de Vacarezza».[6][7] Oscar Conde cita esa frase y comenta: "A conciencia o no, el viejo Borges decía una porción de verdad porque si bien Gobello no inventó el lunfardo, sí "inventó" en cambio el estudio del lunfardo".[8]
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