El pelagianismo es una posición teológica cristiana expuesta entre los siglos IV y V y que fue considerada herética por el Concilio de Cartago de 418.
Sostenía que el pecado original no manchó la naturaleza humana y que los seres humanos, por gracia divina, tienen libre albedrío para alcanzar la perfección humana. Pelagio (c. 355 - c. 420 d. C.), un asceta y filósofo de las islas británicas, enseñaba que Dios no podía ordenar a los creyentes que hicieran lo imposible, y por lo tanto debía ser posible cumplir todos los mandamientos divinos. También enseñaba que era injusto castigar a una persona por los pecados de otra; por lo tanto, en su opinión, los niños deben nacer sin culpa. Pelagio no aceptaba ninguna excusa para el comportamiento pecaminoso y enseñaba que todos los cristianos, independientemente de su posición en la vida, debían llevar vidas intachables y sin pecado.
En gran medida, el «pelagianismo» fue definido por su oponente Agustín de Hipona, y definiciones exactas sobre la doctrina siguen siendo esquivas. Aunque el pelagianismo tenía un apoyo considerable en el mundo cristiano de su tiempo, especialmente entre la élite y los monjes, fue atacado por Agustín y sus seguidores, que tenían opiniones opuestas sobre la gracia, la predestinación y el libre albedrío. Agustín salió victorioso en la controversia pelagiana; el pelagianismo fue condenado de forma decisiva en el Concilio de Cartago de 418 y sigue siendo considerado herético por la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa. Durante siglos, el «pelagianismo» se utilizó de diversas formas como acusación peyorativa de herejía para cristianos que tenían creencias no ortodoxas, pero ha sido revaluado por estudios recientes.