El praenomen (latín clásico, plural: praenomina, literalmente 'primer nombre') en la Antigua Roma correspondía al nombre de pila en la actualidad, siendo el único nombre en que los padres tenían elección. Por regla general, solo la familia inmediata llamaba a una persona por su praenomen.
Se trataba de un nombre personal dado a un varón recién nacido, tras purificarlo (lustrare), y era siempre coincidente con el de alguno de sus antepasados. Durante la mayor parte de la historia romana, las mujeres no tuvieron praenomen: a las niñas se les daba su nomen, siempre coincidente con el de su familia (gens). De este modo, las niñas de la gens Iulia (Julia) se llamaban todas Julia, y Cornelia las de la gens Cornelia, incluso con posterioridad a su matrimonio. Únicamente se les podía añadir un cognomen que correspondía a un numeral para distinguir su posición en el nacimiento: Prima, Secunda, Tertia, ..., Minor.