Reciario

Un reciario ensarta con su tridente a un secutor en un mosaico encontrado en la villa de Nennig, Alemania (aprox. siglos II-III d. C.).

Un reciario (en latín, retiarius y en plural, retiarii, que puede traducirse literalmente como «hombre de la red» o «luchador de la red») fue uno de los distintos tipos de gladiadores de la antigua Roma, que combatían con un equipamiento parecido al utilizado por los pescadores: una red lastrada (rete, de donde procede el nombre), un tridente (fuscina o tridens), y una daga (pugio). Luchaba con un armamento ligero, protegiéndose con un brazalete llamado lorica manica y un protector del hombro que recibía el nombre de galerus o spongia. Su vestimenta estaba generalmente compuesta ya por unos ropajes de algodón llamados subligaculum, que se sujetaban con un cinturón ancho (balteus), o bien por una túnica corta. No llevaba protecciones en el calzado.

El enfrentamiento más habitual del reciario era en combate contra un secutor, un gladiador equipado con armamento y armadura pesada. El reciario debía subsanar su carencia de protección con su velocidad y su agilidad, a fin de evitar con ello los ataques de su oponente y esperar su oportunidad. Primero intentaba lanzar la red a su rival y, si tenía éxito, atacaba con su tridente mientras su adversario estaba inmovilizado. Otra táctica era enganchar con la red el arma de su enemigo y tratar de arrancarla de sus manos. Cuando fallaba con la red, el retiarius solía desecharla y tratar de utilizar sus otras armas, si bien a veces intentaba recogerla para un segundo intento. Normalmente se veía obligado a confiar en su tridente y en su daga para acabar la lucha.

Con el tridente, que alcanzaba una longitud equivalente a la altura de un hombre, el retiarius podía mantenerse a distancia del secutor y atacar desde lejos. Era un arma importante, capaz de infligir daños en cualquier parte del cuerpo del enemigo que no fuese bien protegida. La daga era su última opción en el caso de que también perdiese el tridente, y se reservaba para cuando era necesario el combate cuerpo a cuerpo.

Los reciarios aparecieron por primera vez en la arena a finales del siglo I, y se convirtieron en una atracción habitual de los siglos II y III. Su falta de armadura y su necesidad de utilizar tácticas evasivas situaban al reciario en el nivel más bajo de una clase ya de por sí estigmatizada. Además, diversos pasajes de las obras de Juvenal, Séneca y Suetonio sugieren la existencia de unos reciarios que luchaban portando una túnica, y que posiblemente eran un subtipo de luchador todavía de peor nivel que el reciario habitual. Por otra parte, en el arte romano y en el grafiti descubierto aparecen referencias a este tipo de luchadores en las que aparentemente, y al contrario de lo que se percibe en otras fuentes de información, tienen una buena reputación como combatientes y como amantes.


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