En la Iglesia católica, una solemnidad constituye el rango más elevado de las celebraciones litúrgicas, por conmemorar un hecho de primer orden para la fe.[1]
Las solemnidades cuentan con lecturas propias tomadas del Leccionario dominical y sus misas poseen oraciones propias para cada una de ellas (oración colecta, oración sobre las ofrendas, oración de postcomunión, antífona, prefacio, e incluso la bendición solemne). Todas las solemnidades tienen Oficio propio y comienzan al atardecer del día anterior con la celebración de las primeras vísperas, algunas incluso tienen vigilia, es decir misa propia el día anterior (Navidad, Pascua, Pentecostés) y las de mayor importancia cuentan con octava, es decir la celebración se prolonga durante toda la semana que sigue (Pascua y Navidad).