Durante las últimas semanas del Tercer Reich y la guerra en Europa, muchos civiles, funcionarios gubernamentales y personal militar en toda Alemania se suicidaron. Además de altos jerarcas nazis como Adolf Hitler, Joseph Goebbels, Heinrich Himmler, Philipp Bouhler y Martin Bormann, muchos otros eligieron el Selbstmord (palabra alemana para suicidio, literalmente 'autoasesinato') en lugar de aceptar la capitulación de Alemania.[1] Entre los factores motivadores estaban el temor a represalias y atrocidades por parte de los Aliados —especialmente del Ejército Rojo—, la propaganda nazi que glorificaba el suicidio como preferible a la derrota y el desaliento después del suicidio de Adolf Hitler. Por ejemplo, en abril de 1945, al menos mil alemanes se suicidaron, a los que hay que sumar otros dentro de las setenta y dos horas en las que el Ejército Rojo se acercaba a la ciudad de Demmin, en el este de Alemania.[2] Solo en Berlín se reportaron más de 7000 suicidios en 1945; la mayoría eran mujeres.
Se identificaron tres períodos distintos de suicidios entre enero y mayo de 1945, cuando miles de alemanes se quitaron la vida. La revista estadounidense Life informó que: «en los últimos días de la guerra, la abrumadora materialización de la derrota total era demasiada para muchos alemanes. Despojados de las bayonetas y el bombardeo que les había dado poder, no podían enfrentar un juicio ni con sus conquistadores ni con sus conciencias».[1] El psiquiatra alemán Erich Menninger-Lerchenthal señaló la existencia de un «suicidio masivo organizado a gran escala que no había ocurrido previamente en la historia de Europa [...] hay suicidios que no tienen nada que ver con enfermedades mentales o alguna desviación moral e intelectual, pero predominantemente con la continuidad de una fuerte derrota política y el miedo a ser considerado responsable».[3]