La turba es un material orgánico, de color pardo oscuro y rico en carbono.[1][2] Está formada por una masa esponjosa y ligera en la que aún se aprecian los componentes vegetales que la originaron. Se emplea como combustible y en la obtención de abonos orgánicos. La turba es un producto mineral. En jardinería a menudo se confunde la turba con el compost, que es materia orgánica fertilizante. Ambas son muy diferentes ya que a la turba le faltan ciertos nutrientes, como nitrógeno, fósforo y potasio. La venta de turba o productos mezclados con turba se debe a que suele resultar más rentable la importación de turba a que las empresas que comercian con sustratos compren y produzcan el compost. Algunos científicos y expertos en jardinería han propuesto que se prohíban los productos con turba porque se trataría de un producto engañoso y además muy dañino para el ecosistema, ya que su extracción requiere "el destrozo de valiosos ecosistemas de turbera para cultivar flores ornamentales" y que "constituye un absurdo e innecesario saqueo ambiental".[3]
La turba no es una fuente de energía renovable, debido a que su tasa de extracción en los países industrializados supera con creces su lenta tasa de crecimiento de 1 mm por año,[4] y también debido a que el nuevo crecimiento de la turba tiene lugar solo en el 30-40% de las turberas.[5] Siglos de quema y drenaje de turba por parte de los humanos han liberado una cantidad significativa de CO2 a la atmósfera,[6] y se necesita mucha restauración de las turberas para ayudar a limitar el cambio climático.[7]