En la teología católica, se llaman virtudes teologales o virtudes teológicas los hábitos que Dios infunde en la inteligencia y en la voluntad del hombre para ordenar sus acciones a Dios mismo. Tradicionalmente se cuentan tres: la fe, la esperanza y la caridad. Junto a estas, suelen citarse como complemento las virtudes cardinales, en el ámbito de las llamadas siete virtudes infusas.